sábado, 7 de agosto de 2010

El àrbol de la vida


Busquè su cobijo, el sol se hacìa insoportable.
Tratè de sentarme bajo su copa. El cèsped fresco de sombra, acariciò mis piernas y se hundiò en las palmas de mis manos.
Los ojos del alma se me llenaron de verde esperanza y de paz; entre làgrimas amargas por disiparce.

Gladys Goldszteyn.


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