miércoles, 9 de febrero de 2011

La señora de al lado




La anciana me miraba atentamente.

En esa actitud la descubrí, de pronto. Ella sentada en su silla de ruedas. Yo con las boletas a pagar. El dinero en la mano, esperando mi turno en el correo. Sumida en mis pensamientos, la miro nuevamente, y me doy cuenta de que no me saca los ojos de encima. Me pregunto: -¿Que estará pensando?- Me percato de que me habla, a través de sus ojos borrosos de cielo. Comienzo a descifrar sus mensajes de lleno. De pronto leo en su mirada: -No me ignores, te conozco, piensa que tu también vas a llegar. -Somos vecinas, ¿me reconoces? ¿Te acuerdas de mí? ¿Entonces porque a tu paso jamás me saludas? -¿Sabes?, sufro de alzhéimer, pero en este momento te recuerdo; te veo pasar en un ir y venir diario. -Muchas veces te veo cuando estoy en la ventana, otras tomando sol en la vereda. -Una vez intenté hablarte, llamándote, pero no me escuchaste. -Y entonces pensé, ¿que te estaría pasando para estar tan distraída y apurada?... Que cosa peor puede pasar por la mente de una persona me pregunté, que verse mayor y enferma, sumida de a ratos en la nada, en la muerte de la memoria. -Ahora que estoy de vuelta, te miro para decirte desde mis ojos: -Que aquí estoy, que me registres, que agites tu mano cuando me veas. -Aunque no siempre yo pueda verla…


Gladys Goldszteyn.

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