jueves, 17 de noviembre de 2011

Reflexiones de una mañana

Siempre estoy aprendiendo en la apasionante escuela de la vida, en la que de pequeña me tocó saber sobre dolor e infelicidad. En la que mis niños y jóvenes años supieron de sufrimiento y tristeza. Fui experimentando lo que estaba establecido y no tanto. Lo “normal” y lo “subnormal”, para los amantes de lo establecido. . Confieso que viví y padecí, hasta tocar fondo, y a pesar no me arrepiento de nada. No lo aprendí todo, sería inmodesto así decirlo, pero aseguro que me he nutrido lo suficiente de vida, de comportamiento humano,  hasta adquirir cierta sabiduría. Es por eso que con mi modesto orgullo, hoy puedo decir que vale la pena la vida, aunque tantas veces no nos brinde lo que deseamos. Debemos aprender a vivir con lo que nos da y apreciar las cosas bellas que nos rodean, que por cierto son muchas. Tantas veces por pensar en lo que no tenemos, no damos valor a lo que sí. A lo positivo que nos rodea, que nos nutre y nos alimenta. Al simple hecho de despertar y poder ver el sol, o caminar por el césped verde y fresco, o sentir el agua salada del mar acariciando nuestros pies, observar la caída del sol en el horizonte, ver nacer las flores en primavera. ¡Hay tanta naturaleza viva, nutriente, perfecta e ignorada para disfrutar! Por momentos me siento un árbol, lleno de hojas nuevas y savia, que volvió en su nueva vida, reencarnando sin haber partido. Pienso que debo comenzar a aprender a despedirme. No tengo prisa por partir, todavía no estoy segura de haber experimentado el final, me gustaría cumplir alguno que otro sueño antojadizo que me inquieta. La vida me dará la respuesta… Por el momento siento que se cumplieron muchos objetivos deseados, otros quizás no, y un gran agradecimiento. Gracias a la vida por darme la oportunidad de haber estado y estar, ella me dará la respuesta a mis presentes sueños…

Gladys Goldszteyn

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