Recuerdo que pregunté:
-¿Y por qué no tengo abuelos como los demás chicos?, -porque los mataron en la guerra me dijo papá. ¿Quién los mató?, -Hitler-, respondió. ¿-Y tus hermanas?, esas que están en la foto contigo y los abuelos-? –También-, contestó. Me quedé pensando quién diablos era ese Hitler para haberme dejado sin el placer de los mimos de mis abuelos. Despojándome del cariño de esas tías a las cuales me parecía tanto, y que soñé tantas veces compartir vivencias, reuniones familiares, cumpleaños y ese calor de familia numerosa.
No puedo perdonar, ni me lo cuestiono siquiera. Cuando recuerdo la cara triste de mi padre y su locura. La soledad de la mesa familiar, y ese desarraigo paterno y fraterno, que se va transmitiendo de generación en generación. Sin más consuelo de llegar a entender a los sobrevivientes, poder asimilar y superar la maldita carga sufriente, que en herencia nos dejan para toda la vida.
Gladys Goldszteyn.
2 comentarios:
Cuanto dolor y tristeza. Una soledad que nos hiela el alma.
Un beso Gladys.
Son los estigmas de por vida con los que convivimos, aprendiendo a luchar y superar. Pero jamàs a olvidar ni perdonar.
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