jueves, 28 de octubre de 2010

Traiciones domèsticas

Las colinas asomaban no bien a la vuelta de la tercera curva. Apenas al doblar se veían los primeros edificios; imaginaba que estarías esperándome.
Quizás en el parquecito de enfrente jugando con Mimo, en la esquina mirando hacia ambas direcciones, o simplemente sentado en la cocina ante una taza de humeante café. De todas formas no tendría importancia el lugar. Era mil veces más intenso y doloroso lo que iba a decirte, que el entorno que te rodeara. Pensé como comenzar la conversación sin lastimarte demasiado. Eligiendo las palabras, para no arrasar con tus sentimientos. Me preocupaba tu reacción, pero era inevitable. Tendríamos que enfrentar los hechos, y aceptar la realidad que estaba carcomiendo nuestra relación. A decir verdad, se me olvidó avisarte que llegaría mas temprano que de costumbre.
La esquina estaba desolada, en el parquecito apenas tres niños jugaban escondidos. En la cocina, unas prendas femeninas esparcidas por el suelo, se dirigían desordenadamente hacia nuestra habitación matrimonial. Le seguían un zapato de tacón, una braga y un corpiño enredado en el pomo de la puerta.
Como se simplificó todo, ni siquiera tuve que abrir la boca ni gesticular palabra. Simplemente te clavé la mirada, atravesante, y rodaron dos lágrimas por mi garganta, de las cuales ni te percataste.
A decir verdad, parece que hacía algùn tiempo me habían ganado de mano…
Tú y mi mejor amiga.


Gladys Goldszteyn.

2 comentarios:

Gabriela Szuster (Gamyr) dijo...

Muy buen relato,bien llevado. Te felicito Gladys.

G.G.Y.G dijo...

Gracias Gaby, un beso.